Semillas de Vida




{ Bienestar, Desarrollo Personal, Propósito }

Creer para superar y el problema de las patologías

Las llamadas patologías, condiciones, enfermedades o síndromes se detallan como una forma de abordar ciertos problemas con el fin de llegar a ciertas soluciones. Son como las leyendas que describen al dragón y la forma en la que el dragón es derrotado por el héroe. Pero mal aplicado, el concepto de patología muchas veces es utilizado para crear la figura de un problema sin solución, o con una solución que no resuelve el problema de raíz sino que solo ofrece un alivio temporal a los síntomas.

Es sabido, por ejemplo, que las compañias farmacéuticas muchas veces establecen conceptos de patologías previamente inexistentes o entendidos de otra forma, a fin de proveer una pseudo-solución en forma de pastilla. Siguiendo la máxima del marketing, crearon necesidades para poder suplirlas. Así es como hoy en día, en muchos casos, se busca «hackear» el cerebro quimicamente para derogar señales normales como la depresión, la ansiedad, el insomnio y el famoso «déficil atencional» atribuyendolas a meros «desbalances endógenos,» como si fueran simples errores de funcionamiento en lugar de síntomas sobre asuntos más profundos relativos a cuestiones existenciales de la vida y la sociedad.

La raíz del problema en lugar del síntoma

"La búsqueda de propósito" foto de Bryan Minear en Unsplash

Hay casos, por ejemplo, donde la llamada patología es en realidad leftun síntoma de un desbalance en el individuo mismo a nivel «espiritual» o «trascendental;» Todo lo que refiere a la vida del ser humano en sociedad, respecto a sus pares, respecto a su familia, sus amigos, su sentido de propósito, su trabajo, sus anhelos, sus deseos, su visión. Sería un error intentar apagar una alarma de incendios si todavía no se percató uno del fuego e inició acción para controlarlo. El dolor, físico o emocional, muchas veces es un oscuro aliado que intenta advertirnos del dragón en nuestras vidas que busca devorar a la princesa. Esta bien sentir ansiedad si nos ayuda a resolver una cuestión urgente que no estamos viendo. Esta bien sentirnos deprimidos si nuestra vida no esta en orden y necesitamos tomar acción. Esta bien tener insomnio si hay algo en nuestra vida que necesita ser resuelto, o si no estamos realizando ejercicio físico.

El materialismo, el nihilismo, la creencia de que todo es puramente físico y vacío de significado trascendental es lo que nos llevó por este camino errado centrado en lo químico, en lugar de entender que la vida no es mecánica sino que se compone de diversos reinos tangibles e intangibles que merecen nuestra atención. Un síntoma no puede ser abordado desde la mirada reducida de una dimensión plana. Debe intentar comprenderse dentro de un contexto holístico, contemplando todo lo que compone a la experiencia  humana.

La patología como falso escudo, el rol de víctima

La patología como falso escudo; el rol de víctima

El segundo caso en el que el concepto de patología es muy mal aplicado, es el de escudarse bajo la misma como una forma de evadir responsabilidades sin estar lo suficientemente dedicado a buscar soluciones. Esto es más común de lo que se cree, porque incluso es establecido desde el ámbito profesional médico, donde se asignan condiciones a modo crónico; en lugar de observar los síntomas como efectos transitorios, se conforma un «monstruo» con determinadas características, se le da el nombre de una patología y se lo asigna a un individuo como parte de su identidad, desde una posición de autoridad médica. «Soy bipolar,» «Soy adicto,» «Soy alcoholico,» se establece como parte de lo que define al Yo. El paciente acepta esto porque lo escuda de la responsabilidad de tomar acción. Se rinde a la mediocridad porque la acepta como propia, en lugar de rendir cuentas consigo mismo e intentar buscar la raíz del problema. El médico entonces, como una especie de narcotraficante legal, puede ofrecer distintos fármacos para ir mitigando los síntomas, sin ofrecer una solución de real al asunto de fondo; una mala alimentación, problemas de identidad, problemas de familia, falta de ejercicio, falta de vida social, falta de propósito o trascendencia.

Lo que es más grave, el paciente es convencido de que es impotente ante su sufrimiento porque se le hizo creer que es víctima de una patología, y alguien que se apercibe como víctima se declara inmediatamente en una posición de impotencia y sometimiento. Es tentador, rendirse ante las circunstancias; «es lo que me tocó,» hecharle la culpa a un tercero, a la suerte, al destino, al presidente, a Dios, a la sociedad, pero en ningún momento estamos obligados a aceptar esa condición, esa figura de impotencia y sometimiento. Tenemos la opción de reconocer lo que «nos tocó» no como parte inamovible de nuestra identidad, sino como sombras de algo que necesita ser conquistado.

Las historias que no tienen un final feliz, una moraleja, una resolución, no sirven un propósito positivo al ser humano. Son virus que atentan contra la vida misma. Busquemos las verdaderas causas de cualquier alarma e intentemos encontrar los verdaderos temas a resolver, empezando siempre por uno mismo y el mundo del que formamos parte en lugar de buscar la responsabilidad en un tercero, un chivo expiatorio. La auto-superación no se establece desde una posición de víctima sino desde la creencia en el poder personal.

El extremo opuesto; no reconocer los síntomas como parte de un problema

Glotonería y obesidad

El otro extremo donde a veces se corre un riesgo es en no reconocer ciertos síntomas como verdaderos problemas en la sociedad posmoderna. La obesidad, la mala alimentación, la falta de ejercicio, las adicciones, la vagancia y desempleo, la disforia de género, el aborto, la falta de tenor moral, la falta de principios éticos sociales y profesionales, la falta de responsabilidad personal son algunos ejemplos. Son casos donde ya no se reconoce el problema como tal, sino que se adopta voluntariamente como parte normal y aceptable de uno mismo, no como una patología sino en muchos casos como algo de lo cual estar orgulloso. Este es el peor escenario, ya que el individuo descree de tener un problema a resolver, por lo cual acepta su situación sin conocer las repercusiones que esto tiene no solo en él mismo sino en la sociedad a un nivel más profundo.

Conclusión

Aceptar el diagnóstico de una patología crónica como parte de la identidad propia es un error que nos escuda de la responsabilidad pero nos somete a una vida de sufrimiento. Es preferible ver los síntomas como señales de dolor que apuntan a temas resolvibles en nuestra vida en un grado personal y trascendente, más que detenerse en el mero plano físico-químico. La rehabilitación debe darse desde donde tenemos poder para actuar; desde nuestro accionar diario, la planificación y las metas que nos proponemos.

Debemos reevaluar nuestra vida para verificar si lo que aceptamos como normal no es en realidad algo que nos esta perjudicando. La conformidad es peligrosa. En lugar de negar la realidad es preferible reconocerla y ponerse en campaña para llegar a un lugar mejor, creyendo plenamente que es posible. En tus manos se encuentran las llaves del abismo y la muerte.

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